21 de agosto de 2018

Empatizar con las emociones de los demás

Cuando vemos que otras personas que nos importan están sufriendo, normalmente queremos ayudarlas a sentirse mejor. Sin embargo, no siempre es fácil conseguirlo. Una trampa típica es aquella en la que tratamos de cambiar lo que la otra persona está pensando, por ejemplo, convenciéndola de que la situación no es tan terrible, o tratando de hacerla sentir mejor señalando el lado positivo. El problema de esto es que típicamente lleva a la otra persona a no sentirse comprendida o incluso a sentirse estúpida o débil por sentir lo que está sintiendo.

Otra trampa típica es la de tratar de encontrar una solución de inmediato para deshacernos del problema. Esto puede ser invalidante y hacer que la persona sienta que lo que está sintiendo no es para tanto. Lo más probable es que la persona ya haya pensado en lo que puede hacer, pero necesita ayuda para hacer frente a las necesidades emocionales de seguridad, comodidad, aceptación o el sentirse con derecho a establecer límites.

En vez de lo anterior, trata de acercarte a la otra persona con empatía, lo que implica mostrar comprensión sobre está experimentando la situación. Trata de poner palabras a lo que debe ser para esa persona sentir lo que está sintiendo. Esto a veces puede aumentar la intensidad de los sentimientos de la otra persona, pero no te preocupes, sólo significa que lograste llegar a su mundo interior y estar con ella.

También, trata de confirmar que está bien sentir lo que la otra persona está sintiendo, aunque no hayas sentido lo mismo. Se podría decir: "No es de extrañar que estés triste, fue algo muy malo lo que pasó." Esto comunica que está bien sentirse así.

Mira si puedes atreverte a permanecer con la otra persona en su dolor, incluso si las emociones son fuertes. Demuéstrale que lo que sea que surja, está bien. Puede ser doloroso quedarse solo con sentimientos difíciles y puede ser aterrador si los otros desaparecen o entran en pánico en el mismo momento en que muestras tus emociones. Además, evita dar las soluciones hasta que la persona las pida. Cuando te aproximas a la gente con empatía, curiosidad y apertura, los sentimientos se vuelven más fáciles de manejar y la persona suele encontrar la solución por sí misma.